A pesar de este hito fundacional para Santa María de Dota, el café se cultiva en Costa Rica desde finales del siglo XVIII, iniciándose en la actividad cafetalera antes que los estados hermanos. Robert Williams sugiere en su libro States and Social Evolution: Coffee and the Rise of National Governments in Central America que la forma en la que se desarrolló la industria del café y la fuerza laboral entorno a ella durante el siglo XIX marcó el rumbo político y cultural de los naciones centroamericanas, forjando patrones que persisten hasta el día de hoy.
Al hablar de la historia de la caficultura en esta región, muchos países comparten un pasado oscuro vinculado a un modelo agroexportador que empleaba diversas formas de servidumbre o peonaje, expropiaba tierras a indígenas y protegía los intereses de la oligarquía a través de reformas liberales y procesos de militarización.
Si nos basamos en la teoría de Robert Williams, podemos analizar como una serie de condiciones y decisiones tomadas a lo largo de la historia ayudaron a que el café en Costa Rica haya tenido un mejor impacto económico y social. Sus efectos pueden verse actualmente reflejados en indicadores vinculados al desarrollo humano, la democracia y la preservación del medioambiente, siendo a menudo citada como una nación modelo de las Américas.
El modelo productivo adoptado promovía una distribución de las tierras menos latifundista y facilitaba la existencia de movilidad social. Culturalmente, existía y existe un fuerte vínculo con el trabajo y la tierra dentro de las familias que trabajan en sus propias fincas.
Sin embargo, los tiempos se han vuelto más adversos y lo que antes alcanzaba hoy no lo hace. Más allá de esto es posible apreciar la resiliencia de las generaciones que las pasaron todas y la esperanza de las nuevas generaciones que hablan y trabajan desde la pasión. A todos aquellos que encuentran gratificación en una industria plagada de desafíos y contratiempos, pura vida.
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