sábado, 21 de junio de 2025

¿La lengua en el café o el café en la lengua?

“Cuando se realizó la conquista de América, lo primero que borraron fueron las religiones y las lenguas de los pueblos originarios y homogeneizaron todo con el castellano. Porque cuando Castilla gana el poderío, plantea el castellano como lengua oficial. Pero esto no fue por una cuestión de corrección lingüística, sino de poder. Si hubiera ganado Navarra, hubiéramos tenido seguramente el euskera”, sostiene Victoria Martínez, lingüista y docente de la FACSO.

Academias y sus facultades

La RAE incluyó la palabra barista en su diccionario y ante esto surgen algunas preguntas: ¿Cambia algo realmente? ¿Es el primer paso para que los sindicatos mejoren la categorización salarial? ¿Debemos esperar a que estas instituciones nos validen y reconozcan? ¿O depender de la RAE habla de colonialismo cultural?

Primero que nada, expliquemos a qué se dedica La RAE. La Real Academia Española es una institución establece normas para la regulación lingüística. Su misión principal consiste en “velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”, según establece el artículo primero de sus actuales estatutos.


La RAE no reconocía la palabra barista como un término oficial porque se trata de un término extranjero. Solo acepta palabras que estén relacionadas con el idioma español, y barista es un italianismo que designa al “camarero que atiende la barra de un café o bar”.

Aunque muchas personas usan este término en España, no se había incluido en el diccionario oficial, todavía. En cambio, se recomendaba el uso de los términos "cafetero" o "camarero de café" para referirse a estas personas. Pero…¿Es acaso remotamente certero traducir “barista” como “cafetero”?

En España y en algunos países de América, el uso de la palabra se ha especializado aún más, haciendo referencia al experto en servir y preparar café en sus distintas variedades.


El uso precede a la norma

Aquí entra en juego la figura del consenso: el uso social, cultural y político que hacen los hablantes con la lengua ayuda a legitimar lo que se entiende por cada término más allá de su definición o reconocimiento formal. Esto luego puede devenir en norma, pero no al revés.


Al mismo tiempo, podemos ver cómo en la industria del café se busca divulgar y compartir un léxico absoluto en pos de la estandarización. Y a veces esta práctica no admite el uso de palabras que no estén incluidas en el listado, ya que pueden ser ambiguas y llevar a una comunicación deficiente.


Sin embargo, hay quienes les importa más tener razón que comunicar efectivamente.


En algunos casos, la variedad cambia de nombre según donde se planta. El mismo café puede tener muchos nombres, así como el mismo nombre puede tener distintas acepciones, todas igual de válidas en tanto respondan a una interpretación colectiva de la idea que se tiene sobre algo.


La lengua está en constante evolución. Lo que ayer era condenado, hoy es aceptado y viceversa. 


Y aquí se forman dos bandos:


La aproximación normativista considera que el lenguaje se construye desde arriba hacia abajo y que hay un uso bueno y uno malo. El correcto es el que sigue las normas impuestas por los que se consideran la autoridad lingüística.


El descriptivista no dice que alguien habla mal porque no sigue las normas de la Academia. creen que el lenguaje es un organismo vivo al que hay que acercarse desde la humildad del observador que sólo intenta comprenderlo y admirarlo.


Parece inútil intentar regular algo tan dinámico, orgánico y móvil como el lenguaje.


Sin embargo, reconocer una falacia de autoridad no significa instaurar la anarquía del habla. En el Reino Unido no existe un organismo regulador. La referencia de los británicos es el Diccionario de Oxford de la lengua, pero ahí no hay normas. Es una obra descriptiva.



Imponer e imposibilitar


En 1984, la novela distópica de George Orwell, los personajes utilizan la Neolengua, un lenguaje basado en el inglés pero adaptado a las necesidades de un gobierno absolutista cuyo objetivo no sólo es proporcionar un medio para expresar e imponer la ideología de su partido, si no también, hacer imposibles otras formas de pensamiento.




Podemos afirmar entonces que la estandarización es buena en tanto no sea absoluta y prohibitiva. Una vez más, no se trata de lo que es, sino de lo que representa.


Después de todo, la lengua es del hablante.

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